Benito M. Traviesa Suárez
Beleño, Ponga.
Comunicación personal, 19 dic 2019
Tras las huellas de Martín
Después de haber visitado cinco veces la mítica Casería de Llué, me faltó tiempo, al tener en las manos la segunda edición, para releer la novela, que he terminado hace escasamente media hora. Es mi costumbre leer y remarcar las frases que dicen tanto o más de lo que está escrito, por eso me lleva tiempo leer, releer y saborear un texto, como volveré a hacer dentro de unos días.
Aunque muchos términos del bable de los Beyos los desconozco, gracias al glosario, completé el verdadero sentido de las palabras y descripciones. Sin duda alguna, el relato y los términos empleados “casan al cien por cien con la vida y entorno de Los Beyos” y eso le da un valor añadido a la obra, además de la autenticidad de los hechos descritos. No es lo mismo leer el libro sin haber pisado Llué que habiéndolo hecho en cinco ocasiones; cada palmo de esa Casería representó siempre para mí la combinación de lo humano con un entorno hostil, donde la crudeza del clima, del trabajo hasta el límite de la supervivencia, la carencia extrema de medios, etc, no fueron impedimentos para la nobleza de esas gentes ni para su capacidad de formar hogares donde se amaba rudamente, pero de verdad y hasta las últimas consecuencias.
Me pareció muy oportuno el Glosario Genealógico, así como la inclusión en él de Gloria Llamazales, la última hija viva -entonces- de Martín y a la que pude acompañar a la presentación de la primera edición de la novela, el 27 de enero de 2003 en Oviedo.
Del mismo modo, la estancia de Martinón durante sus últimos años en una finca de nuestra familia, la de Soto Rodrigo, propiedad hoy de mi primo Baldomero Suárez, también me llena de emoción. Precisamente en julio de 2018, y en compañía de mi primo, pudimos visitar de nuevo aquel suelo y sus construcciones, la casa con corredor, la panera… Sin duda alguna, esta casería, como la de Llué, dio de comer a muchas personas y familias que trabajaban hasta su último palmo de tierra, como permiten entrever las imágenes de las edificaciones, con cerca de cien años de antigüedad.
Otro hecho diferencial de Soto Rodrigo, el lugar donde Martín, junto con Nicolasa Hortal, pudo criar al fin a sus once hijos, y que da fe de la importancia que tuvo en aquellos años, fue la radicación allí de una ferrería. La ferrería, en sus mejores tiempos, llegó a producir 60 toneladas de hierro al año con destino a la fabricación de palas, traentes, herraduras de caballería, ruedas de carro, etc. etc.